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Amor en tiempos del coronavirus (I)

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Si cuando nos conocimos en 1994 alguien nos hubiera dicho que celebraríamos tus 40 confinados en casa por un virus mundial que amenaza el status quo de todo lo que conocemos hasta ahora, nos habría dado un ataque de risa y hubiéramos pensado que habíamos fumado demasiado! Y sin embargo aquí estamos, a 13 de abril de 2020. Con dos enan@s cada uno, unas parejas que probablemente (espero!) nos merecemos pero que no nos habríamos imaginado 26 años atrás, con más kilos y menos pelo, y celebrando por FaceTime (después de 15 años viviendo en todos lados, esto tampoco es demasiado raro...). Y con casi un mes de encierro detrás.  40 palos, 26 compartidos, toda una vida. Hemos vivido tantas cosas juntos! Nuestras movidas de adolescentes en Pineda, las risas, el monte, los vivacs, el Pozo Negro, las chorradas de unos y otros, los melones, los kalimotxos aquí y allá, las casas de mis abuelos, de tu hermana, las batallas de flores, las gaupasas, la comida de Pili, las txapas del desamor,

Here we go...

Qué locura… han pasado tres meses desde mi último post… casi no me he dado ni cuenta, aunque creo que he aprovechado bastante bien el tiempo. He puesto un poco de orden en mi vida, he eliminado algunas cosas que me hacían sufrir y, por fin, tengo un plan. Hoy, después de mucho tiempo, por fin he entendido algunas cosas y me siento libre para dejar atrás otras que me hacían daño. Tampoco es que sea fácil, pero HOY es el día en el que pongo el punto final. Con un pelín de nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue, con el corazón un poco escogido pero con mucho swing y con esta canción que os dejaba hace tres meses sonando… me sigue emocionando cada vez. Feliz miércoles… Namasté.

El año que vivimos peligrosamente

Hace la friolera de 13 años, cuando estudiaba en la Facultad de Periodismo, nos pegamos todo un cuatrimestre trabajando sobre una película de Peter Weir cuyo título da nombre a este post – y que, dicho sea de paso, os recomiendo en el caso de que escojáis la opción “sofá y mantita” para esta sobremesa de domingo-.  Por aquel entonces yo no tenía ni idea de que acabaría dando tumbos por África ni de que en vez de dedicarme al oficio de plumilla emplearía mi tiempo en algo mucho más complejo de explicar y de vivir. Es difícil la manera en que lo que cada uno cree que tiene que hacer se va abriendo paso, poco a poco, a pesar de los obstáculos que pongamos o las zancadillas que insista en ponernos la vida.  En esta mañana de domingo pienso en mi amigo Pepe Naranjo. Ayer informaba desde Mali de que las tr opas francesas y malienses recuperaron el control de la ciudad de Gao, en manos de grupos armados yihadistas desde el pasado mes de abril. Y se emocionaba pensando en la alegr

Nueve meses

A veces le das al play y la música te envuelve y te sientes como si estuvieras en casa. Y lo extraño se vuelve cálido, un escenario esperando que le demos vida, que pongamos la sonrisa, el latido, los nervios, las risas... y de repente estamos embarcados en una nueva aventura. Hace ya nueve meses que aterricé, de nuevo, en este Senegal que me da y que me quita la vida y algunas cosas han cambiado desde entonces, otras siguen cambiando y otras muchas cambiarán… Sigo teniendo muchas preguntas y muchas menos respuestas de las que necesito. A veces sé que hacer para decir que necesito una pista, una ayudita, y otras mis palabras se quedan justo en el cielo de mi boca sin osar derramarse al precipicio de las ondas. En estos nueve meses, que algunas de mis amigas han utilizado para traer al mundo a bebés preciosos a los que mimaré por encima de mis posibilidades y otras están a punto de hacerlo, me he hecho fuerte y débil y fuerte otra vez… y débil otra vez. Y aunque a v

Mon Michel à moi

Mi amigo Michel de A à Z escribe cuentos para niños tontos y adultos listos, y de vez en cuando también escribe alguno para adultos tontos.  Mi amigo Michel debería haber estudiado veterinaria o relojería aunque al final se acabó haciendo uno lío con los unos y los ceros y ahí se quedó para no complicarse la vida. Salvo por esos números creo que los demás no los maneja tan bien porque no sabe contar más de cien: empieza por 101, 102, 103 pero de repente dice 99! Y yo ya no sé qué orden está siguiendo, seguro que es uno que él entiende. A veces sus combinaciones, también las de palabras, me recuerdan las historias sobre la soledad de los números primos. A mi amigo Michel le gusta pescar y, como él dice, a veces se siente como un pescador de salmones que vuelve a casa con latas de atún de supermercado barato como único botín, y otras veces como el salmón que no llega al lado dulce donde nació y, por desidia o vete tu a saber qué, se dejar comer por otro animal -¡una osa!- s

El mundo en 461 palabras

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Para María  y Julien Me gusta la gente que utiliza el lenguaje de manera exquisita. En el trabajo, en el día a día, en la literatura, en la vida, en las relaciones. Que le dan el sentido justo y certero a cada palabra que se engarza con la anterior y la siguiente como si fuera la única opción posible.  Desde que puedo recordar siempre he estudiado cosas que tuviera relación con las palabras. En el instituto me decanté por letras puras, que se llamaba por aquel entonces el estudio de aquellas disciplinas ligadas a las artes y a la vida. Más tarde decidí seguir dando ese lugar privilegiado al escribir, al contar, al explicar cosas, hablar sobre lo que le pasa a la gente, quizás emocionar si había suerte. Y así fue como escogí el oficio de los que han dado en llamar plumillas. Queriendo conocer más a fondo el significado de cada cosa estudié y viví en otros idiomas.  Mantuve muchas conversaciones para discernir qué lengua tiene más palabras, cuál las tiene más precisas, c
Escribir para decirte que te he querido y que ya no te puedo querer aunque quiera. Escribir para no llorarte, para no dejarte ocupar todo mi espacio. Escribir para que alguien lo lea y, quizás incluso, lo entienda. Escribir para que parezca que soy capaz de hacer algo interesante con la energía que no uso ya en quererte. Escribir para decirte que hay quien entiende aunque no escriba, aunque no lea, aunque no reciba explicaciones, aunque no me quiera como tu. Escribir para intentar no guardarlo todo dentro y me colapse. Escribir para que el alma haga gimnasia, para no beber, para no volver a llamarte. Escribir para tener una buena excusa para pensar en ti y que se me caigan las lágrimas y no pase nada. Escribir para que la próxima vez, si la hubiera, me duela menos.