El mundo en 461 palabras


Para María  y Julien

Me gusta la gente que utiliza el lenguaje de manera exquisita. En el trabajo, en el día a día, en la literatura, en la vida, en las relaciones. Que le dan el sentido justo y certero a cada palabra que se engarza con la anterior y la siguiente como si fuera la única opción posible. 

Desde que puedo recordar siempre he estudiado cosas que tuviera relación con las palabras. En el instituto me decanté por letras puras, que se llamaba por aquel entonces el estudio de aquellas disciplinas ligadas a las artes y a la vida. Más tarde decidí seguir dando ese lugar privilegiado al escribir, al contar, al explicar cosas, hablar sobre lo que le pasa a la gente, quizás emocionar si había suerte. Y así fue como escogí el oficio de los que han dado en llamar plumillas.

Queriendo conocer más a fondo el significado de cada cosa estudié y viví en otros idiomas. Mantuve muchas conversaciones para discernir qué lengua tiene más palabras, cuál las tiene más precisas, cuál tiene las suficientes para poder expresar todos los matices necesarios que muestren con exactitud lo que sentimos.

Disfruté de películas que hablaban sobre la vida secreta de las palabras, y escuché canciones que hablaban de palabras más, palabras menos. Me maravillé con los escritores que escribían pesando y sopesando cada una de ellas, eligiendo cada una como si fuera la última, y denigré sin piedad a aquellos que me estafaron al no poder ningún tipo de cuidado en la elección de cada una de ellas.

Alumbré un montón de escritos con miles de palabras para tratar de explicar el mundo desde este lado, desde mi lado.

Ahora mismo atesoro un montón de palabras en diferentes idiomas, algunos que ni siquiera hablo. Guardo palabras de amor en francés que es como mejor suenan, algunas que otras en árabe que me recuerdan tiempos felices, otras más peculiares en idiomas indescifrables como el amárico o el griego, y un montón más que, me traen noticias de amigos y amores que viven en la distancia.

Algunas de ellas viven, incluso, en mi nevera. Algunas se juntan los viernes por la noche y se van de copas, las muy descaradas.


 A pesar de ello, aun así y aún hoy, hay palabras que no me atrevo a decir y otras que no me atrevo a vivir. Otras las tenía guardadas desde hace mucho en una caja escondida, con un candado. Pensaba yo erróneamente que allí estarían seguras y al abrigo, que no merecían ser dichas. Pero tanto golpearon la caja que al final salieron y volaron libres, y cruzaron mares y horizontes nuevos y ahora viven en algún lugar de la costa centroamericana. 

Y desde entonces todos somos más libres y un poquito más felices.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Simplemente amazing...
Love you mucho.
Pingui

Entradas populares de este blog

Promis, craché… voici tes lignes en français

Amor en tiempos del coronavirus (I)