Yo me bajo en Mohamed V, yo me quedo en Rabat

Atorada, continúo perdiendo capacidades... esta tarde ha sido el código de mi tarjeta bancaria, lo he olvidado, suma y sigue. El viento rabatí me agita el pelo y a la vez se lleva mis neuronas porque he llegado a un punto en el que, definitivamente, no me entero de nada.

Aún así, en las últimas semanas he conseguido ser bastante feliz y, además, sin proponérmelo, lo que le ha dado más valor al asunto. Es verdad que he hecho algunos ajustes en mi vida personal-sentimental. También han aparecido algunas motivaciones extras en el ámbito laboral y hay, incluso, días en el que siento que mi trabajo no podría hacerlo un chimpacé. Y se me ve en la cara, me lo dicen mis amigos, se me escapa por la piel.

Así las cosas, he tomado una decisión definitiva -o todo lo definitiva que yo me puedo permitir o que de mí se puede esperar-: me quedo en Rabat. Al menos un añito más, o hasta que me canse, o hasta que me echen, o hasta que aprenda dariya, o hasta que tenga mi propia red de "FBI marocain", o hasta que me desenamore, o hasta que me deje de gustar pasear por la playa los domingos, o hasta que me haga colega de todos los vendedores de la medina, o hasta que Alá quiera.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Promis, craché… voici tes lignes en français

Amor en tiempos del coronavirus (I)