La primera persona

Hace unos días pensé en hacer un album con fotografías de la primera persona a la que viera cada mañana. Con un curro como este, viajando tanto y sin pareja fija pensé que podría salir un curioso mosaico de una vida que se va compartiendo en su camino con otras vidas, a veces elegidas y a veces al azar.

Lo que no pensé es que la primera persona a la que ves por la mañana te puede joder el día de un plumazo, así, en unos segundos, sin inmutarse demasiado. Tampoco daré más detalles de este asunto porque lo que quería contaros hoy (eoooo, hay alguien ahí?) es que lo que empezó como un día de mierda ha acabado convirtiéndose en algo bastante chulo.

Igual os voy a contar cosillas sin importancia, cotidianas, pero que me han sacudido un poquito el corazón.

La primera me ha pasado en la Embajada de España, donde tenía que gestionar unos papeles. Allí estaba yo esperando tranquilamente cuando han entrado dos hombres y una mujer, pinta total de turistas, que según me han visto me han preguntado de dónde era. De Santander, digo sin mucho convencimiento, como quien sabe el tipo de conversación que viene después y blablabla. Sin embargo, para estas personas el paso por la Embajada era la etapa final de un largo y complejo proceso de tres años, que ha acabado con 17 días de estancia en Addis Abeba y un niño precioso entre los brazos de cada uno de ellos y sus respectivas parejas. Cansados pero felices, me contaban que ya, a punto de dejar el país y con su sueño cumplido y su peque a su lado, no eran capaces de acordarse de las dificultades que han tenido que afrontar durante los últimos tres largos, larguísimos años, que ya no valía la pena. He tenido que contenerme, os juro, para que no se me cayeran las lágrimas, pero tenía la piel de gallina.

La siguiente cosa ha sido un poco más naif pero también me ha dado bastante felicidad y además inesperada. Buceando por Internet (a escasa profundidad, todo sea dicho, porque la conexión aquí tampoco permite explorar otros fondos marinos) me he topado con la Alianza Franco-Etiope, y allá que me he ido. Unos cuantos kilómetros de contaminación y atasco después entrábamos al recinto, un oasis de belleza entre el caos, la ruina y la polución que reina en Addis Abeba. En esa burbujita de naturaleza, sencillez y abanderada del idioma de las artes y del amor, me he sentido, por unos momentos, como en casa. Y feliz de haber encontrado un pequeño refugio en todo este caos, mon ptit coin à moi.

Los demás pequeños detalles, las llamadas, los mensajes, los J T M de los impertérritos e inclasificables amigos (la famille, quoi) cercanos y lejanos, me los guardo, para saborearlos durante la noche y empezar mañana el día con esa nostalgia feliz y serena.

A ver si tengo suerte y no se desvanece a la primera vida de cruce.

Comentarios

Mónica la melona ha dicho que…
Olé Patri!

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